Lujo sin precio

Alguna ventaja tendríamos que tener…

Hoy, al abrir el correo (una de las cuentas que leo a diario, de la no sé cuantas que, con los destinos más variados, tengo abiertas), tenía el mensaje semanal del llamado «Newsletter» de Lacoctelera. Esa mezcla entre resumen de lo que alguien ha considerado «destacado esa semana» entre los blogs (curiosamente, más de una vez han destacado post que sus autores colgaron en sus respectivos blogs semanas atrás…y que, incluso, ya habían sido «destacados». Afortunadamente, y al menos en un caso que conozco y admiro, de alta calidad. No «nuevo», pero al menos «bueno». Que no todos lo son… ni tienen que ver con lo que nos indican que tratan. Lo que sólo indica que no se han leido el post «destacado», sino que han visto alguna palabra en él…, en fin, que me voy del tema), el enlace al resultado del anterior «tema de la semana» (no sé si los temas «oficiales» de lacoctelera tendrán mucho seguimiento real… pero si lo tienen, los participantes olvidan colocar el/la tag correspondiente, por lo que es difícil que los demás podamos ver/leer sus post alusivos), algún supuesto nuevo coctelero que puede ser interesante descubrir (y que, al igual que los temas «destacados», en ocasiones lleva muchos meses»descubierto, ó seha descubierto más de una vez), algún enlace de tintes publicitarios… y, lo más interesante, la nueva propuesta/reto:

El Tema de la Semana de Lacoctelera.

Algunos me son totalmente ajenos. Algunos, los paso por el cristal con el que Bruxana ve la vida, y los toco, sí, pero igual de una forma no muy ortodoxa. Alguno lo he tratado antes ó después de ser propuesta oficial. Alguno no sé ni de qué va.

El de esta semana me ha gustado.

Y es por eso por lo que digo que «alguna ventaja tendríamos que tener».

http://media.imeem.com/m/2r4L0Zv1sA
Los madrileños, me refiero. Porque la propuesta va de «nubes». De «fotografiar nubes».

Y, en fin, teniendo el cielo que tenemos…

…creo que hacer este post alusivo era «lo menos» que podría hacer.

Llevo años fotografiando, sin un orden ni un destino concreto, el cielo. Por lo que seguro que ya he publicado fotos «nubosas» y tengo más en el archivo.

Las que incluyo aquí son fotos de hoy mismo, desde mi terraza, sobre las seis y media de la tarde.

Nubes de enero en el cielo de Madrid. Como dice el anuncio: hay cosas que no tienen precio.

Y, para todo lo demás… que cada cual diga cuánto está dispuesto y cómo, a pagar.

Nada de nada (pero en tecnicolor)

Estaba guardando esta foto para otro tipo de post. Uno en que tuviese algo más que decir…

Pero se vé que no, que la inspiración me es esquiva. Ó, peor, que lo que tendría que contar no me apetece ni me motiva. Que probablemente algunas de las sensaciones/experiencias de estos días serán argumento para un post futuro, en que mire hacia atrás y esa pátina de luz y de niebla que envuelve los recuerdos dé un toque de poesía, de ironía, de desahogo ó de falsa nostalgia a las palabras…

http://media.imeem.com/m/LtZFK3sccy

Así que dejo la foto (convenientemente editada, por descontado). A ver si dentro de un rato tengo tiempo (y ganas) para ponerme a escribir otras cosas…

Mirando desde el pasado

La foto no tiene nada de particular. No lo tuvo en ningún momento, ni siquiera cuando se hizo…

Más que posar, es de esas fotos «inmediatas». Tipo «mira a la cámara». Miré y dispararon. Supongo que mi madre.

La cámara era, eso es seguro, mi «primera cámara». La que me regalaron con ocho años. Una especie de juguete… que tenía un «algo» a la hora de hacer las fotos. Sobre todo, los primeros planos. Algo aparentemente tan fácil… que tan pocas cámaras son capaces de hacer, como no tengan un buen programa «macro». Y no, no era el caso. Este juguete no tenía flash. No podía hacer fotos en interiores. Ni en contraluz. Pero, como digo, los «primeros planos» los bordaba.
Es, quizá, una de las fotos menos «preparadas» de mi vida.

Aquí tengo 16 años, estoy segura (me corté el pelo un año antes). Lo llevo recogido, en una trenza de raiz ya medio deshecha. Creo recordar que era viernes. El día que ponían el «mercadillo» en el pueblo toledano donde me exiliaba, no voluntariamente, cada verano. Sobre ese tema sé que tengo pendiente post.
Los veranos allí, en plena estepa, eran sofocantes. Salir a la calle a partir de las once de la mañana era un disparate… Imagino que esta foto sería más tarde, tal vez a la una, tal vez algo después… Nosotros teníamos horario de «señoritos madrileños».
En esos momentos no lo sabía, pero lo cierto es que mi comportamiento tenía bastante que ver con algunas prácticas que conservaban los exploradores europeos en Africa: pequeños detalles para no perder la identidad. Ellos se desplazaban a tierras inexploradas con sus juegos de porcelana y sus mantelitos bordados, y tomaban el té. Yo no llegaba a eso… pero procuraba que se notase que no, que yo no pertenecía a aquel ambiente. No sé, era detalles, pequeños detalles…

Miré a la cámara, sin saber que en el futuro, esa mirada capturada en ese momento, estaría mirando el resto de mi vida desde allí…

http://media.imeem.com/m/jN14DPWZ59

La foto, como digo, y como es evidente, no tiene nada de particular. Ni siquiera estaba «guapa» en ella en ese momento.

Pero la tengo enmarcada en el estante que está encima del mueble de la televisión. Es una de las primeras cosas que traje cuando alquilé el piso donde vivo.

Estoy totalmente irreconocible en ella. El «pero…¿eres tú?» es frecuente en todo el que la vé.
Igual por eso me gusta y por eso algo me llevó a enmarcarla y colocarla en un sitio visible. Porque soy yo.

Porque, irreconocible y desde un pasado al que no pienso volver y del que procuro ni acordarme, soy yo.

E igual detalles de ese tipo son imprescindibles. Para no perder, definitiva e irremisiblemente, el rumbo de nuestras vidas.

Hi Lily, Hi lo… (lo, de loro)

Vida laboral.

Me nominó (o algo así)
http://www.lacoctelera.com/melyssa/post/2008/01/13/trabajao-pretaorito-imperfecto-indicativo#c2811957
Melissa para que hiciese un post/resumen de mi trayectoria laboral. Empresas y ocupaciones que he tenido…
Bueno. No es fácil. No porque las empresas hayan sido muchas (soy trabajadora de larga duración. En parte por mi natural masoquismo) ni porque hayan sido en muchos sectores (dos, lo que pasa es que uno es muchas más cosas de lo que se cree…No, yo hacía muchas más cosas y de más tipos de los que se presupone en el sector). El problema está en lo de «resumir».

¿Resumir… yo?

Como eso es realmente imposible (aparte que a mí me da cualquier mínima anécdota para un par de post), me remitiré a «mis inicios «.

Realmente, a lo primero que me dediqué fue a dar clases particulares. De literatura, claro. Yo tenía 16 años, los alumnos no, claro. Eran mayores que yo… claro. Trabajaba para sacarme unas pelillas, para mis gastos: maquillaje, medias, material de escritorio (por entonces escribía mucho). En casa nunca nos dieron eso que se llama «paga». Teníamos comida, cama y ropa (sin excesos: quita y pon funcional). Gracias a ello, trabajo desde siempre… y no adquirí hábitos como el fumar, el beber ó el salir de fiesta finde sí, finde también…

Me estoy yendo del tema. No, no es de esos inicios de lo que me apetece escribir.

En mi casa, llegar a los 18 sin un trabajo era tan impensable como cobrar el subsididio delparo (de hecho, por eso yo acumulé los dos años… y si los he disfrutado es porque vivo sola, sino, de qué). «Mantener vagos» es algo totalmente inimaginable. Claro que trabajar «oficialmente» antes de esa edad tampoco era fácil. Y menos siendo chica, como es mi caso…

Cumplo los años el 31 de diciembre. Bien. Dejé pasar esos días… y el día 7 de enero empecé a trabajar.

De empleada de hogar. Interna.
Hale. Dicho queda.

En aquella época (no hablo de la prehistoria: finales de los 80′), la ingente cantidad de zaras-mangos-sprinfields-bodybells-tiendas de telefonía móvil que dan ese primer empleo a gran parte de los «ante-veinteañeros» no existía. Y menos en la zona donde yo vivía, que por no tener, no tenía ni centro comercial cercano. Tampoco había ETT’s. Si acaso, agencias de contratación… en Madrid capital, donde principalmente buscaban trabajo en el servicio doméstico. Lo de «cuidar niños» podía estar bien… pero no era lo que en mi casa se consideraba «trabajar»: ningún empleo circunstancial lo era. Mi madre trabajó «interna» entre los 13 y los 21… Vamos, que era un trabajo como cualquier otro y, casi, normal…

(Igual no tanto con mi expediente académico, vale. Pero es que en mi caso y mi casa bajar del sobresaliente se consideraba suspender. Y seguir estudiando pasados los 18… algo que era válido siempre y cuando uno mismo se pagase los estudios. De todas formas, no es el tema).

No recuerdo cuándo hice la entrevista. Sí que localicé el empleo a través del «Segundamano» (método habitual para encontrar cosas en esas fechas: trabajo, vivienda, mascota, coche…). Supongo que fue en los últimos días de año, primeros del otro. En navidad, en cualquier caso.

La casa estaba en la zona oeste. En un municipio de la zona oeste, lleno de unifamiliares y de viviendas en urbanizaciones donde los edificios no pasaban de las tres, cuatro alturas. En este caso, era un piso en una segunda planta (creo recordar). La «señora» rondaría los cuarenta y algún año. Necesitaba una chica joven con ganas de trabajar. ¿Trabajo? Limpieza general de la casa, cocina sencilla, plancha, quizá ir a recoger al niño al colegio ó bajar con él al parque un rato en el buen tiempo. Igual hacer la compra algún día en el «Pryca», aunque eso ya lo hacían una vez por semana y se la servían a domicilio. Por descontado, lavadoras diariamente.

Bien. En mi vida había cocinado… pero pensé que para dar de comer, y no todos los días (los padres comían en el trabajo, los niños se me dió a entender que en el colegio) no había que tener ningún título. Lo demás… preguntar e investigar cómo se hacían las cosas. Lo que ha sido una constante en mi vida, en definitiva.
Libraría los sábados tarde y domingos. Si quería, podría quedarme a dormir allí. Posiblemente, se cambiaría la tarde del sábado por la del miércoles ó el jueves, pero eso ya se estudiaría.

¿Sueldo? Recuerdo que poco más de veinticinco mil pesetas mensuales. Claro que como ya me daban alojamiento y comida, no tenía gastos. ¿Seguros? Ninguno. Lo normal, en estos casos…
Me pareció todo bien. A decir verdad, mi plan era ahorrar todo un año. Pasado éste, mirar otro trabajo (quizá media jornada, ó por horas) y seguir estudiando. Por supuesto, viviendo por mi cuenta.
En mi casa no vieron nada raro ni malo. Es más, creo que hasta ese momento nadie se había planteado que igual había otros trabajos que una chica joven podría desempeñar. Ó se trabajaba de asistenta por horas (y eso conllevaba gastos: transporte, comida, alojamiento) ó de interna.

Bien.

No sé cómo lo hicieron… pero estoy segura que en ningún momento me dijeron que tenían cinco hijos. Ni que la abuela vivía (si no a diario, si por temporadas) con ellos. Ni que «plancha» era que el dueño de la casa trabajaba en un banco… con traje diario a repasar y camisa limpia cada día, claro.

Ni que en esa casa hacía muchos años que nadie limpiaba a conciencia. Encontré mugre (pero mugre) acumulada en cabeceros de la cama, puertas, armarios, baños (había tres, y el mío). Encima, yo venía de vivir en un ambiente donde una cosa ó estaba limpia… ó se frotaba hasta que estuviera limpia. Vamos, hija de una maniática de la limpieza…

Dos lavadoras, mínimo, diarias. Lavavajillas (nunca había puesto uno) que tardaba más de dos horas en lavar los platos. Recuerdo haber hecho puré de sobre, frito filetes, croquetas,troceado y aliñado ensaladas. Preparado desayunos para cinco críos (los dos mayores, mayores que yo seguro. Creo recordar que otro de mi edad, igual un año menos, una chica muy simpática de quince años y un niño de cinco, muy tímido). Con quien más trato tuve fue con la quinceañera, Patricia, a la que hasta hice trenzas de raiz y todo (supongo que porque vió que yo la llevaba, en esa época era un recurso cómodo para acomodar mis rizos).

Me levantaba antes de las siete. No sé a qué hora me acostaba.

Recuerdo esos días cubiertos de niebla. No sólo porque seguro que la había… sino porque me atacó un tremendo dolor de muelas. Sin aspirinas ni otro analgésico (ni se me ocurrió pedirlo, curiosamente). Se me pasaba a ratos, como siempre. El resto del tiempo… no había resto de tiempo: todo era limpiar mugre de años, recoger cosas que los cinco salvajes dejaban tirado por la casa, tender ropa, planchar ropa… No recuerdo apenas el salón de la casa. Sí una especie de terraza pequeña, cerrada, que tuve que vacíar de arena… porque es donde tuvieron «plantado» el abeto navideño de plástico.

Mi «zona » estaba dentro de la cocina. Un dormitorio sencillo, un aseo con ducha. La habitación de servicio de toda la vida, vamos.
Creo que algún día me quedé dormida vestida. Bueno, no «lo creo»: estoy segura. El viernes: los dueños se habían ido al teatro. Los niños supongo que estaban con la abuela, imagino que los mayores por ahí. Yo estaba agotada y supongo que tenía fiebre.

http://media.imeem.com/m/KYU94Itw40

La banda sonora de esos días es la música de la película «Lily» (la grabaron y la repitieron al menos tres veces )y los gritos del loro. Porque, encima, tenían un loro. Enorme, en una jaula gigantesca. Que, claro, dormía en el office de la cocina. A mi lado, para situarnos. Que había que tapar por las noches… pero aún así gritaba.

No recuerdo la luz del día de esa semana.

Sí recuerdo bajar la basura al garaje. Un sitio tétrico. Luego supe que en ese mismo edificio vivía un conocidísimo ministro… de ahí los señores con traje que daban vueltas y parecían no ir a ningún lado: escoltas.

¿Cosas positivas? Bueno… la verdad es que probé/descubrí algunas que no conocía… y que se convirtieron en una constante a partir de entonces…

El contenido del frigorífico era tan caótico como casi todo en la vivienda. Por lo que nadie controlaba lo que había ni lo que se gastaba. Así que probé:

-La mermelada de naranja. Amarga. (Bueno, creo que ésa ya la había probado de niña… pero a los niños no les gustan los sabores amargos). Desde esa época, raro es que no la tenga en mi casa.

-El sucedaneo de caviar. No sé, nunca se me habría ocurrido comprarlo, sino… Me supo a anchoa. Me pregunté dónde estaba la importancia de aquello. Pero me gustó. Ahora se nos «pasan de fecha» los tarritos en casa…

-Los sorbetes. No podría contar la historia completa… pero al parecer tenían una sorbetera. Y prepararon una ingente cantidad de sorbete de naranja. Con lo que había en el frigorífico podríamos haberdadopostre a media urbanización… No sé si a consecuencia de aquello… pero en verano consumo grandes cantidades de sorbete de limón. Eso sí, no me he comprado la sorbetera (ni tengo lavavajillas).

¿Otras cosas? Tenían bombones por todas partes. De esos pequeñitos de Nestlé que imitan tabletas de chocolate en miniatura. Debieron regalarlos a los niños… y me pasé media semana recogiendo bombones de los sitios más raros. Al final, terminé por perder los escrúpulos y supongo que los probé todos…

Otro descubrimiento que me creó adicción es la crema de manos «Natural Honey» de Revlon. Que la tenían en los tres baños (y mi aseo). Desde ese día, la he empleado para tantas cosas… que podría asesorar a la marca en qué otros usos puede tener.
Seguro que hubo más cosas…

El sábado a mediodía me despedí de ellos hasta el lunes. Me llevé la ropa (quita y pon: recuerdo un vestido de punto, una camisa verde del mismo material, ambos de mi madre, de los años 70’… me gustaba esa ropa «vintage» y me sentaba muy bien). Eché en mi bolsa otra cosa que tenían por todas partes: una concha de viera.

Por supuesto, había decidido no volver.

Eso sí, la casa se la dejé limpia. Algunos muebles, como seguro eran cuando los compraron.

No recuerdo tampoco qué me dijeron en la mía. Mi razonamiento es que nadie me dijo que tenían cinco niños…, abuela y loro. En principio, casi decidí no ir ni a que me pagase lo que me correspondiera por esa semana de trabajo. Luego, sí, lo pensé mejor: para eso había pasado esos días limpiando, ordenando lo inordenable, soportando los gritos del loro, la mala educación de cuatro niños insufribles(salvo a la tal Patricia), la insinuación de que debería esforzarme más al planchar las camisas (la plancha no cumplía los 10 años. Todos los electrodomésticos eran muy antiguos).

Llamé. No sé qué excusa puse. Cogí el tren, un autobús. Me dió un cheque que fui a cobrar al banco donde trabajaba el dueño de la casa (es una entidad de esas que en breve fueron absorvidas por otras). No he vuelto por ese municipio.

Como el mundo es muy pequeño, años después deduje que en esa misma zona vivía el director de mi banco, una de las mejores personas que he conocido en esta vida. No le comenté nada: creo que no le hubiese encajado el papel de «empleada de hogar interna» conmigo. Aunque, seguro, me habría creido capaz. Él sí me habría creido capaz de casi cualquier cosa.

Por entonces, ocho, diez años después, mi nivel de vida y mi sueldo era, seguro, superior al que tenían en aquellos días esa familia que, luego me he ido dando cuenta, pretendía vivir muy por encima de sus posibilidades.

Años después, en los títulos de crédito de no recuerdo qué programa y de qué cadena, localicé a una tal «Patricia… tal» (el apellido es muy poco común). Supongo que era la hija adolescente simpática.

Días después de dejar aquel trabajo, y ya sin dolor de muelas (se fue como vino) empezaba a trabajar en una conocida aseguradora.
Pero eso es otra historia.

¿Alguien sabe cómo se llamaba la Madrastra de Blancanieves?


Lacoctelera, esta semana, nos pide que hablemos de nuestro villano favorito.

Y yo vuelvo a tener la sensación de haber tratado ya este tema…, no sé, igual son esos «dejà vu» con los que nuestra memoria nos toma el pelo…

¿Mi villano favorito? Bueno, pues tengo varios. Varias, casi sería más acertado decir. Pero en principio, empezaré con una:
La Madrastra de Blancanieves.

Me encanta. Villana y todo (villana discutible ó con motivos para serlo) pero me encanta. Me gusta su estilo, estilazo, más bien. Y si me pongo a analizarlo…, en fin, si lo analizo yo y si lo analiza cualquiera: es que no le veo que de veras sea «mala». Lo que pasa es que la Blancanieves era tonta-el-culo y rara, pero muy rara…, por contraste, y empeñados no sabemos bien porqué en conocer la historia desde el lado de Blancanieves, pues sí: la Madrastra queda como la mala de la historia.

Situémonos. Blancanieves no es que fuese guapa: lo que era es joven. Y ya se sabe que socialmente eso suma puntos…

Blancanieves no tenía ni oficio, ni dedicación, ni historia, ni era (que se sepa) princesa… ni había hecho nada para ser guapa. Tenía la belleza de las niñas que se presentan a los casting de los cutreprogramas de la tele, con 12 años y pintadas como adultas: tienen que ser monas por fuerza. Blancanieves vendría a ser como la modelo que anunció durante años (pocos) una conocida marca de cosméticos antiedad… que empezó haciendo los spots con 12 añitos. Antiedad pura es lo que tenía la criatura. La jubilaron a los 17, no digo más…

Pues bien: eso era Blancanieves. No «la más guapa del reino «, sino simplemente joven. Lo de la Madrastra (que, por cierto, no nos quisieron contar cómo se llamaba) era otro tema…

La Madrastra se buscó la vida para conquistar al padre de la nena. Y no sólo por su físico de mujer guapa, su melena negra, sus uñas de diamante, sus labios perfectos, sus curvas… sino porque, pasados los años en que todas las chicas son guapas (entre los 12 y los 20, porque vienen a ser niñas con piel de niña, pelo de niña… y curvitas incipientes de mujer), la Madrastra seguía siendo guapa. Vamos, que la diferencia es que ignoramos en qué mutó la Blancanieves tras su boda con las perdices de acompañamiento y tal, pero de la Madrastra ya sabíamos que era «la más guapa del Reino «. Digo yo que sus esfuerzos le costaría seguir siéndolo… Yo es que a la Madrastra la veo como una Monicca Belucci, una mujer de cuarenta y pocos, con sus curvas, su melena oscura… Una señora guapa de verdad, sin aditivos innecesarios. ¿Blancanieves? Ya digo, una Mariaisabel cantarina de 12, 15 añitos… Lo de cantarina lo digo por la peli de Disney, que nos la puso a cantar…

El cuento lo conocemos todos. La Madrastra, hartita de escuchar al espejo (tío como todos) que si la otra era más guapa (cuando ella sabía que no, que era cosa de la edad), y harta, seguro, de la niña amenazando con «cuando vuelva mi papá, ya verás como me invento que me pegas y me castigas, y te echa de casa», pues convenció al Cazador para que se la llevase al bosque, y, hale, que la perdiera por ahí. Supongo que a la Madrastra no le costaría demasiado convencer al Cazador (insisto en que hay que imaginarse a una Monicca Belucci en todo su esplendor). Lo que no nos cuentan es qué hizo la Blancanieves para que el Cazador no la quitase de enmedio… como el cuento nos relata que era el encargo (sigo pensando que no, que no había que matar a nadie. Total, si con «sacarla del Reino» bastaba para que el espejo dejase de incordiar… ganas de luego tener que librarse del cadáver, con lo que cuesta).

El caso es que la niña encuentra casa en el bosque, y, en plan okupa y sin intentar investigar de quién es, se mete dentro (ya digo: niña mimada acostumbrada a hacer su santa voluntad) y se echa a dormir. Claro, cuando una lleva toda la vida sin dar palo al agua, el paseito por el bosque la debió agotar. El caso es que los dueños terminaron por aparecer… y la niña acabó viviendo con siete adultos. Siete mineros. Porque vamos a precisar: no eran niños. Eran siete adultos con un problema de crecimiento. Acondroplasia, es la forma médica de definir el problema. Pero, insisto, adultos y mineros.

A estas alturas, siguen empeñados en que la mala era la Madrastra. Una señora guapa que se casa con un viudo. Y nos pretenden hacer creer que la «normal» es la Blancanieves, una adolescente que se queda a vivir con siete adultos en mitad del bosque. En fin…, ya digo que está claro que la Historia se cuenta desde el lado de la rara…

El caso es que la Madrastra localiza a la Blancanieves (una versión dice que el Cazador tenía que llevar el corazón como prueba. Yo defiendo que en ningún momento hubo encargo con sangre de por medio… pero, vamos, que si el otro llevó el corazón de un ciervo diciendo que era el de la niña…, es que en ese castillo eran todos tontos perdidos). A lo que iba: localiza a Blancanieves. Y se presenta a verla, llevándole unos collares con los que la piensa ahogar. Si será tonta la Blancanieves, que no la reconoce. Bien que seguro que se puso ropa fea, que ese día no se maquilló, que hasta pudo disfrazarse y ponerse una peluca… pero, !!!no reconocerla!!!! Nada, que no. Al parecer le regala un collar. Me imagino que era uno de esos collares «Breil» que parecen un muelle, y que se retuercen a voluntad, haciéndoles formas, en plan escultura… Ya digo que esta historia la veo como muy italiana… al menos estéticamente y por el lado de la Madrastra, y valiéndose de nuevo de que la niña fue toda su vida una boba consentida, lo aprieta hasta que se desmaya.

Craso error: al parecer ese día había huelga en la mina, el caso es que los enanos vuelven antes… le aflojan el collar (a estas alturas seguimos sin saber de qué va lo de la Blancanieves y los mineros) y ella vuelve a respirar. Y a hacer lo que hiciese en la cabaña.

La Madrastra se entera de nuevo (sospecho que la Blancanieves no anduvo demasiado por el bosque, de ahí que siguiera en el Reino y por eso el espejo seguía incordiando) y aqui viene lo de la manzana. ¿Si fue una manzana ú otra fruta? Pues no sé yo:me temo que recurrieron a hablar de manzanas no sólo por la de especies de esa fruta que hay, sino por la mala fama que arrastra desde aquel oscuro episodio con la serpiente y Eva. Que ya digo que la historia nos la cuenta el lado de Blancanieves… y no iba ella a ser menos famosa que la Eva del Paraiso. Además, con eso vuelve a cubrir lo importante: si seguirá siendo tonta, que vuelve a no reconocer a la Madrastra (que no olvidemos había estado ya con los collares) y vuelve a aceptar un regalo. Está claro: cuando se pasa la vida en plan ocioso y recibiendo regalos, ocurren estas cosas…

El caso es que de ésta, como los mineros enanos no encuentran collares aplastando gargantas ni nada similar, pues llegan a la conclusión de que se les ha muerto la asistenta (ó lo que fuese ya la chica a esas alturas en esa casa). E ignoramos las razones y, lo que es más importante, de dónde sacaron la urna de cristal… pero el caso es que en vez de enterrarla, como haría cualquiera a quien se le muriera una adolescente que oficialmente no vivía allí (más que nada, para que no se enterase nadie, que era difícil explicar todo ese lío), pues no, la meten en la urna…!!!y la exponen!!!!

Vamos a ver: ¿para qué la expusieron? ¿En plan «objeto perdido», a ver si alguien la reconocía y se la llevaba (se llevaba «el muerto», nunca mejor dicho). Ó era algo provisional (la metemos en la urna ésta hasta el fin de semana, para que no se note el olor, y el domingo, con tiempo, la enterramos). El caso es que no la enterraron: igual porque al ver que no se descomponía pensaron que lo mismo podían sacarse unas perrillas exhibiendo a esa momia rara que les había caido en suerte…

A todo esto, el padre de la chica sin aparecer. Claro, lo mismo por eso la Madrastra se casó con él: partidazo que viajaba mucho, que ya se sabe lo bien que se pagan algunas dietas…Y luego volvía cargadito de regalos, y con ganas de mambo (ó cansado y sin ganas, depende).

¿Puede ir todo esto a peor? Puede.

La chica expuesta en la urna. Los mineros, digo yo que haciendo turnos para que no rompiera nadie el cristal y les robase la momia (aparte que lo mismo la urna era prestada: no sé yo de nadie que tenga en casa ataudes de cristal tamaño «estándar». No olvidemos que los mineros eran enanos. Y tampoco quiero pensar en que no era la primera adolescente que exponían. Pero que una urna de ese tamaño y de cristal vale una pasta). Y, de pronto… el Principe.

Y no un Principe normal, no. El Príncipe Necrófilo. Que no sé si estaba en el bosque cazando ó besando ciervos muertos… cada cual con sus filias. El caso es que vé a la chica muerta en la urna, rodeada de bichos (supongo que aves de rapiña: no nos creamos el universo Disney al pie de la letra)y con unos mineros enanos… y, claro, que ya hemos dicho que el chico es necrófilo. Vamos, que es ver un muerto, y para qué queremos más. Y si encima es muerta, adolescente y resultona…

Nos cuentan que si levantó suavemente la tapa de la urna, le dió un beso en los labios y ella despertó. Otra versión dice que fue cuando la levantó suavemente la cabeza para besarla… que ella abrió la boca y escupió la manzana (como sería el veneno, que no había ni que tragarlo). Yo soy más de la idea de que le hizo otra cosa, allí mismo, en el ataud de cristal… en plan «Hable con ella», y es cuando «resucitó». Del susto ó de la emoción, no sé…

El caso es que nos cuentan que se casó con él y que vivieron felices. Vamos a ver: tras pasar una temporada compartiendo casa con siete mineros adultos que exponen su cadáver con ánimo de lucro, se casa con un sujeto que va por los bosques besando muertas…

…¿y ésa es la heroina de la historia…???

http://media.imeem.com/m/mtJOuKM8PH

Ya digo: a mí me gusta mucho más la Madrastra. Que al fin y al cabo sólo se casó con un viajante viudo con posibles y se sacó de encima a una niñata consentida… de la que ya se intuían extrañas aficiones sexuales…

Lo que tendré siempre como duda es si el Principe Necrófilo se casó antes con ésta ó con Aurora, la Bella Durmiente. Es que a esa también la despertaron del sueño del mismo modo. Y mi duda es saber si el Necrófilo era además bígamo, ó asesino en serie, ó…

Nada, dudas de alguien que entre los dos y los cinco años leyó muchos cuentos de hadas.

Poema de desenamoramiento

Como ya he hecho en otras ocasiones de «laguna mental» (ya por falta de ideas, ya por falta de tiempo) recurro a un texto antiguo:

«Hoy, por fin, he descubierto que ya no te volveré a ver jamás… y que puedo decirlo sin miedo, sin pena, casi, sin nostalgia.

Nuestro pasado común es un jardín soñado, las flores han muerto, y sólo su perfume pervive en nuestra memoria.

Tu olor sigue impregnado todo lo que te pertenece, pero ya no es mío. Algo de tí queda siempre en tu ausencia, pero ya no es mío, y yo ya no puedo poseerlo.

Ya hay secretos de tí que desconozco.

No volveré nunca a nuestro espacio común, que hoy, ya, tampoco es tuyo.

Tuyo fue mi pasado, presente y futuro, un día. Tuyos fueron mi ayer y mi hoy. Ya sólo te pertenezco cuando hablo del pasado.

Soy una extraña en tu paraiso. No mereces que desee bajarte a mi infierno.

Ya no, amor, ya no lo necesitamos» (01/12/1990)

Curiosamente, apenas unos días después supe algo que me hizo replantearme todo en esa historia que yo acababade zanjar definitivamente, de forma unilateral. Poco más de un mes después, regresaba al mencionado «espacio común» que en esas fechas ya sabía que no era totalmente suyo…pero que dejaría de serlo definitivamente en pocos días. Cosa que no supe hasta finales de diciembre de ese año (el poema es del día uno) y que nadie de nuestro entorno habría imaginado nunca.

Igual «llevármelo a mi infierno» hubiese sido una salida… de haber sabido en qué tipo de «paraiso» transcurría su (supuesta por mí) apacible vida esos mismos días…

Pero la vida es caprichosa. Y lo que parecía ser un «fin» definitivo e inamovible… se convirtió en otra cosa. Lo que yo creí un final no fue sino el comienzo de algo que duraría años… y que me condicionaría la vida.

Pero yo, mientras escribía ese poema raro, no podía saberlo. No podía intuirlo… … ó, quizá, sí. Igual algo dentro de mí sí sabía.

http://media.imeem.com/m/CDvSKUhsMG

Para mí, era un «poema de desenamoramiento». De hecho, cuando me preguntan que cuando fue la última vez que me enamoré… respondo que dejé de estarlo a finales del 1990. Y no es una frase hecha ó una «boutade», es que lo siento así (supongo que no es verdad, pero…). Cuando escribí esto, decidí que ya no le quería. Porque pensé que era lo mejor, para los dos (yo estaba empezando un tonteo con alguien, un tonteo que no llegó ni a enero, creo recordar y él…, en fin, él tenía a otra desde años antes de conocerme a mí) y porque en teoría no volvería a vera esa persona.

No hay remedio: se vé que en mi caso es mejor no hacer planes.

 

Ratos «a la luna de…»

Sí, sé que tengo «deberes» sin hacer. Varios post propuestos, que, además, sí que me apetece hacer… pero no hoy.

Estoy un poco/bastante vaga. Así que mejor ni lo intento: además de «vaga» me temo que ando poco inspirada… por lo que preferiblemente me guardo los temas para mejor y más lúcida ocasión.

Os dejo con una de mis fotos lunares/
lunáticas.

Y con una canción que no tiene nada de particular: simplemente, me gusta.

http://media.imeem.com/m/PuKjf1-txG

No es la versión «original»: quien canta es Mikel Erentxun, que también me gusta. Supongo que fue algún disco/homenaje a Los Secretos

Podría haber buscado entre mis discos el que contiene esta canción cantada por sus creadores originales, descargarla en el pc, pasarla a mp3, ponerla en Imeem… Pero ya digo: estoy vaga…

Mañana, si puedo, hago deberes. Si puedo… y tengo ganas.

Es que es veinte de enero, uno de esos días que «se me aparecen» de vez en cuando, sólo algunos años…
http://www.espacioblog.com/bruxana/post/2007/01/21/hoy-ha-sido-20-enero
y, no sé, creo que éste voy a aprovechar que es domingo (un día inócuo) para dedicármelo a mí… y no tentar al destino.

Este año, mejor, no.

Mmmmm,….El MeMe del diccionario

Mmmm….

Javier
http://www.lacoctelera.com/entrelilasyamapolasolvidado
me ha propuesto para otro de esos memes especiales que él inventa/sugiere en su blog. Y, aunque se me acumulan las tareas… algo tenía que hacer…

Lo cierto es que no es un texto totalmente original. Bueno, sí, es original en el sentido que es mío. Pero no está creado exclusivamente para este proyecto (ya digo, la falta de tiempo). Lo «fabriqué» este verano como respuesta a uno de los planteamientos de uno de esos blog’s que sigo, pero no tengo añadidos en «amigos», como es Jotatrujillo.
http://www.lacoctelera.com/jotatrujillo
En cualquier caso, y con una ligera adaptación al método que Javier propone, este es mi texto:

La «M«:

«Con semblante macilento, la meiga menea la marmita.

Mezclaste macerados de madreperla con manteca de murciélago, membrana machacada de mosquito y molares de mofeta, ralladura de mandrágora y esencias de mistela y madreselva, mientras meciéndote murmuraste vocablos misteriosos, hasta conseguir la mixtura maligna que inyectarás en la manzana.

Mientras, Mizufuz masticó moroso una mariposa, y vuelve, maullando, sus mininos ojos de malaquita hacia el rincón.

Semioculta de maliciosas miradas tras su mantón marengo, la malvada madrastra protege sus manos del frío marzo en sus mitones morados, aguardando el manjar maldito que matará a la más bella… «

Si alguien quiere participar, en el enlace:
http://www.lacoctelera.com/entrelilasyamapolasolvidado/post/2008/01/14/el-meme-del-diccionario
está el «modo de empleo». En cualquier caso, es fácil: se abre el diccionario, al azar, ó se elige una letra… y con las palabras resultantes se escribe un texto. A poder ser (es algo que yo no cumplo totalmente, sólo en un párrafo) en segunda persona…

http://media.imeem.com/m/tyR428QNPP

Creo que pueden salir cosas muy interesantes de leer… e, incluso, podemos aprender palabras nuevas…

Viaje (fallido) a General Mola

Me descoloca mucho planificar cosas, cosas a veces muy simples y muy básicas, pero que hay que planificar (lo que suele conllevar dejar de hacer otras) y que en el último momento se descabale lo planificado…

La verdad es que el hecho puntual que me lleva a hacer, hoy, esta afirmación no deja de ser una tontería. Tenía que ir a Madrid, a la otra punta de Madrid, para ser más concretos. A recoger una documentación que hacía como dos, tres meses, tenía que estar ya recogida. Lo que pasa es que no es algo mío: es derivado de la empresa donde he trabajado los últimos muchos años, y derivado, más en concreto, del trabajo este «sí-pero-no» de los últimos dos años y pico. En fin. Llamaron a mi ex-jefe y medio socio hace eso, dos ó tres meses para indicarle que ya tenían esos documentos y el sobrante de una provisión de fondos para gastos que se había dejado. Él les respondió que, vale, que le ingresaran ese sobrante en determinado número de cuenta, y que podían tirar la documentación. Así, tal cual.

A mí me lo contó días después, quizá porque yo planteé que cuanto estaban tardando en esta ocasión en formalizar aquel trámite… Puse el grito en el cielo. Le dije que NUNCA le habían ingresado nada ni hecho ninguna trasferencia desde esa gestoría en concreto, con la que habíamos tratado bastante, y que SIEMPRE habíamos ido a retirar allí la documentación. Pues bien: discusión. Que no lo iba a saber él, que le ingresaban las devoluciones en su cuenta.

No. No lo iba a saber yo, que era quien siempre pasaba por allí a retirar los documentos y los talones a su favor (ó abonar las diferencias a favor de la gestoría). Vamos, que si conoceré la zona que hace poco salieron en la televisión las imágenes de un accidente en el centro de Madrid, muy aparatoso… y dije «eso es el cruce de María de Molina con Principe de Vergara. Casi bajo el puente de Avenida de América». Y apenas serían diez segundos de imágenes…

Es más: tengo cosas compradas en una tienda que hace esquina entre ambas calles: un mini buda de márfil que duerme en mi mesita de noche, alguna de mis tortugas de colección…

Pues no: seguía discutiéndomelo. Lo dejé por imposible: tiene 74 años y de un tiempo a esta parte se le va, pero mucho mucho, la cabeza.

Bien. Resulta que hace unos dias volvió a llamar a la gestoría, y, claro, le respondieron lo que yo ya había dicho: no envían documentación, no envían talones ni cheques, no hacen ingresos en cuentas. Normal: hay que firmarles un «retiré» y llevarse las cosas.

A todo esto, yo sí le había comentado alguna vez más que «tenía que haber ido por Principe de Vergara», que «a ver si te va a hacer falta», que… Como quien oye llover.

El caso es que esta vez, como ha sido la gestoría quien le ha repetido mis mismas palabras, pues le ha entrado subítamente la prisa. Y ayer decidió que hoy íbamos por allí…

Hoy. Justo hoy.

Como he dicho en alguna ocasión, vivo en un municipio del sur de Madrid, lo que quiere decir que me pilla más cerca la provincia de Toledo que algunos barrios de la capital. Además, me muevo por el mundo con transporte público. Pero, por suerte, ni me asusta madrugar… ni necesito más preparación que lavarme la cara, darme una hidratante, tomarme un café, vestirme, lavarme los dientes y ponerme botas y abrigo para salir a lo que sea.
No suele ser el caso cuando se trata de alguien con más de 70 años, que considera madrugar a todo lo que pase antes de las once de la mañana y que convive con una loca (su hija) que algunas noches los despierta simplemente porque no puede dormir y quiere conversación (le debo un post. Ó varios).

Así que, vale, ayer a mediodía el plan era ir hoy a Madrid…, quedando por confirmar ruta y hora. En cualquier caso, me ofrecí para ir yo sola (como siempre, por otra parte). Por la tarde, el plan viraba en que iría yo sola (como siempre), por lo que preparé autorizaciones y le hice la lista de documentos que me tenía que facilitar (como… siempre).

Bueno, pues no me alargaré: no he ido.

He dormido fatal: sueños raros, desemplanza a pesar de la calefacción. A las siete ya estaba escuchando gorgojear al canario, pero yo soñaba con ranas. Me ha costado levantarme a las diez. Salir de casa, bien abrigada, a las once. Luchar contra el viento hasta llegar a la estación de cercanías. Esperar allí más de media hora, sin trenes ni explicaciones…

Curiosamente, sin tener ni idea de qué ruta de viaje iba a seguir, a qué hora regresar, cuando irme luego otra vez (duermo en casa paterna, para no tener que madrugar mañana, que tengo que acompañarles a unos temas de rutina médica). Sintiéndome como aún dentro del sueño…

A las doce menos cuarto he llamado a mi ex-jefe diciéndole que no pasaba el tren y que ya iría a Madrid por la tarde: casi más fácil. Y luego ya me quedaba en casa de mis padres sin necesidad de volver por la mía. No le ha hecho gracia… pero he decidido que me daba igual.

No sé porqué, he estado andando y luchando contra el viento más frío y más veloz que recuerdo haber padecido desde hace casi 19 años: he recordado una tarde, cerca del cementerio, donde tuve que ir agarrándome a las columnas que conformaban los soportales de unos edificios para que el aire no me tirase. Hoy era casi igual: me sobrevolaban bolsas que parecían medusas, ramas finas de sauce, vainas secas de acacia, trozos de tela. No sé porqué, pero no me recogí el pelo al salir de casa, y, peor aún, no se me ocurría sacar del bolso una pinza, una goma, ó comprarla en cualquier sitio y evitar que siguiera enredándose y entorpeciéndome la visión. A ratos, el sol salía de entre las nubes, y su reflejo en las lunas de los coches y los cristales de las ventanas me cegaba: también había olvidado las gafas de sol. Quizá porque a las once estaba nublado…

http://media.imeem.com/m/U1UkmpyfOc

Pero todo tenía el aspecto de un sueño. Y quizá por eso he andado durante más de una hora sin ir a ningún sitio concreto, cargando con el peso de la carpeta, el bolso, el abrigo, las botas. Un peso que, unido a la resistencia del viento, hacía aún mayor esa sensacion de irrealidad.

Finalmente, he decidido que tampoco esta tarde iba a Madrid. Y nuevamente a mi ex-jefe no le ha hecho gracia, claro. Pero me consta que no va a decir nada, entre otras cosas, porque nunca le rebatí una orden cuando trabajé con él, y porque si este trámite sigue pendiente, es por su cabezonería en que «no se hacía nunca así».
Imagino que iré mañana por la tarde, el viernes por la mañana… ya veré.

A mediodía, estaba cansada como si hubiera corrido por el monte, cuesta arriba, durante toda la mañana. Me dolían los ojos, he tardado un rato en desenredarme el pelo. También he confirmado que los estrógenos tenían bastante culpa en mi estado anímico, tanto el de hoy como el de la pasada semana (que, con independencia a lo escrito aquí, en el borrador tenía otro post, menos optimista, que dejé reposar).

Me fatigan los días así, como hoy. Días que rompen la rutina pero que, al final, tampoco satisfacen las expectativas. Días que dejan la sensación de pérdida de tiempo. Porque eso es lo que en el fondo sentía mientras esperaba el tren que no pasaba: que en ese momento, seguro, tenía cosas más importantes, mejores, más interesantes que hacer… Pero cuando he decidido «no voy», tampoco he regresado a casa a hacer esas cosas «interesantes». Ni he aprovechado la mañana haciendo compras, recados, fotos…

Mañana rara perdida. Tarde que tampoco he aprovechado en condiciones.

Dentro de un rato me voy a pasar la noche fuera. Por lo que hasta mañana por la noche, el viernes por la mañana, no actualizaré. Ni podré visitar blog’s amigos, claro, que tengo pendientes… pero en los que prefiero estar más lúcida para comentar.

En este momento, se ha calmado el viento. Al menos, eso parece.

Ah: el título del post viene de que, cuando se tienen 74 años, y hace 32 no se decidió aprender el nombre nuevo de las calles, debe ser difícil de hacer ahora. Porque para mi ex-jefe, el viaje/trámite pendiente para hacer hoy era a General Mola. Yo ya he desisitido en lo de repetir cómo se llaman las calles de Madrid, desde hace tres décadas… pero hay que imaginar la cara de algunos veinteañeros cuando aún las llama por tan arcaicos nombres, connotaciones políticas aparte…

Igual también por detalles de ese tipo es por lo que no tengo capacidad, apenas, para la nostalgia.

En algunas cosas, lo reconozco: soy tremendamente egoista

Soy una ecologista convencida. En el sentido práctico del término. Desde hace muchos años.

Es decir: no soy de las que se manifiestan (no necesito sentirme arropada por la multitud) ni doy la tabarra al personal «teorizando» ó haciendo apología de nada. Simplemente, actuo en consecuencia.

No me cuesta nada ser ecologista. Creo que cuando a alguien le supone un gran sacrificio hacer algo, ó dejar de hacerlo (hay quienes dicen que van a misa los domingos «aunque eso sea sacrificar un tiempo que me gustaría dedicar a otras cosas«, que tendrán otro niño para dar un hermanito al que tienen ya «a pesar de que con eso tenga que sacrificar mi tiempo libre ó mi carrera» ó que intentan dejar de fumar «a pesar del sacrificio que me supone»), pues, en fin… creo que no hacen ó dejan de hacer ese algo por propio deseo ó por convencimiento, sino por algo que igual deriva de nuestra secular educación judeo-cristiana… E igual no vale la pena ó lo que estamos haciendo/deshaciendo no es realmente «de corazón», sino buscando quedar bien…

Por eso no «milito» como ecologista. Simplemente adapto mi forma de vida a una serie de cosas que a mí me parecen de lo más coherentes… y que creo que no me cuestan nada hacer.

Reciclo. Reciclo la basura desde antes de que agujerearan el municipio donde vivo y soterraran los contenedores. Ahora, claro, es mucho más fácil: los residuos orgánicos van a un contenedor, en su bolsita bien cerrada; los plásticos/brick’s/latas y demás, a otro, y los cristales, a un tercero. Y, por descontado, el papel aparte. Como todos los contenedores están en la misma isleta, simplemente hay que poner en bolsas diferentes los residuos orgánicos y los envases. Botellas, frascos y similares se gastan menos: queda la elección de si bajarlos tal y como se van generando ó si acumular varios, enjuagados, y tirarlos de una vez. Lo que más tiro es papel: ése va en sus bolsas, a poder ser también de papel…

Es algo muy simple. Cuando no había isletas ecológicas de éstas, había contenedores independientes. No le veo el menor mérito. No entiendo que las empresas encargadas del reciclaje repartan pegatinas para poner en las bolsas de la basura, con los datos personales… para entrar en un sorteo (juro que lo han hecho). Ni entiendo que haya quienes antes de tirar la basura casi miren alrededor a ver si hay algún policía controlando (también lo han hecho. Más que nada, para que en verano procuremos no tirar los residuos orgánicos antes de anochecer… y, sobre todo, para que no dejemos bolsas fuera. Porque es increible, pero hay gente que ni se molesta en tirar las cosas dentro de los contenedores).
En mi casa tanto el agua como la calefacción son comunitarias. En mi caso concreto, en el importe que pago de alquiler va todo incluido. Bien: eso no me parece razón para derrochar agua. Haya ó no riesgo real de sequía en Madrid. No es necesario tener el grifo abierto mientras se enjabonan los platos ó me enjabono yo. La lavadora se pone cuando está llena: punto. No sólo para gastar menos electricidad, sino por puro sentido común. Si hace calor, bajo toldo, persianas, abro ventanas. Si hace frío, me abrigo más. El nivel de humedad lo regulo con plantas naturales. Son cosas básicas.
Como digo: a mí el agua me sale «gratis»,almenos en lo referente a no pagarla de mi bolsillo de forma independiente. Pero me pone de los nervios escuchar a las vecinas decir cosas como «uy, yo el agua lo abro y lo dejo correr hasta un cuarto de hora, para que salga bien fría», «pongo la lavadora aunque no tenga más que dos bragas y una toalla», «nos tiramos todos media hora debajo del grifo de la ducha»… con la coletilla final de «como el agua nos sale gratis» ó «como la pagamos en el recibo de la comunidad, gastemos lo que gastemos».

También es básico y elemental alimentarse con productos de temporada. Claro que hay fresas todo el año,y es estupendo para darse un capricho en pleno agosto…, pero no es lógico basar la alimentación en detalles y razonamientos así, y luego quejarse de que algunas cosas no saben «como antes» (me temo que repetimos esa frase porque se la oímos a nuestros mayores… a quienes también les sabía todo más rico porque pasaban más hambre). No podemos pretender que una fruta que no es de temporada sepa igual que una que lo es. Y como eso, todo.

Procuro no tirar comida. No tanto por el hecho del ahorro económico real… sino porque me parece una falta de respeto hacia quienes no la tienen. Hacia quienes han intervenido en todo el proceso hasta llegar a mí. Por eso, prefiero comprar cosas que, seguro, consumiré. Tampoco me gusta tener cosas en el congelador «porque sí»: los productos congelados no son de duración eterna… (y eso me recuerda que tengo que vaciar/descongelar el mío, que lo mismo tengo algún fósil). Para emergencias, casi prefiero latas. Unas sardinas próximas a la «fecha máxima de consumo preferente» son un auténtico manjar, por cierto…

Gracias a mi fotofobia, estoy casi siempre a oscuras. Lo que supone un ahorro energético. Pero es que no entiendo a quienes dan las luces «porque sí» y salen de las habitaciones sin apagarlas. Este tema lo llevaba muy mal en la oficina: nos daba el sol medio día. Teníamos unos enormes escaparates (doce metros, por casi tres de alto). Pues bien: las luces dadas desde primera hora de la mañana. Yo apagando y mi jefe encendiendo. No, no es un tema de factura eléctrica (sólo con lo que gastaba el enorme luminoso… como para pararse a ahorrar unos céntimos). Era más un tema de sentido común…

Ninguna de estas cosas «me cuesta» hacerlas. Es algo, como digo, de puro sentido común. Como lo es aprovechar las cosas hasta donde se puede (los cartuchos de la impresora, el aceite de la botella, el gel de baño). Soy una enorme derrochadora en otras cosas: en regalos, en objetos que acumulo a pesar de tener ya suficientes. Pero no entiendo que se tire «por tirar».

Compro mucha ropa. Tengo mucha ropa. Pero nunca la he tirado: se recicla. Se recicla depositándola en contenedores destinados a ese fin (el envío a paises necesitados, la venta en tiendas de cosas usadas y el destino del dinero recaudado para pagar el envío del resto de la ropa, por ejemplo). También alguna cosas han tenido una segunda vida como bolsas para pinzas, fundas de cojín… ¿Comprar por comprar? Es un vicio que aún tengo. ¿Tirar por tirar? No. Hay otras formas de dar salida a las cosas…

¿A qué viene todo esto?

A que Lacoctelera propuso esta semana un tema que guarda relación: el proyecto «Bosque Virtual» patrocinado por Fenosa:
http://bosquevirtual.com/index.aspx
Un proyecto por el cual esta empresa se compromete a donar cinco euros destinados a la reforestación de Selva Atlántica. Simplemente, escribiendo un post que mencionase el tema… y haciéndoselo saber.

También se puede colaborar simplemente «pinchando» en el enlace antes indicado.
Estoy segura de que la empresa impulsora de este proyecto, con esos escandalosos beneficios anuales que suelen declarar, tiene para replantar y reforestar casi el Amazonas…, pero, en fin, supongo que lo que busca no es una excusa para destinar más fondos, sino difundir que es necesario que todos nos mentalicemos al respecto.

Como me parece un tema bonito, un proyecto interesante y algo que entronca directamente con mi forma práctica de ver la vida, participo y colaboro.

http://media.imeem.com/m/PMrjLMsUPZ

Porque, cuando hago las cosas que antes he descrito, y otras más de ese tipo, no tienen nada que ver con la generosidad ni con un altruismo totalmente desinteresado. Creo que en estos temas lo que tenemos es que ejercer como tremendos egoistas… y cuidar por ello más nuestro entorno. Porque igual no nos estamos dando cuenta de veras: lo que está en juego es nuestra salud futura. Futura en un futuro muy inmediato… porque cada vez las cosas van más rápido.

Y quizá porque cada vez tendemos a ser más egoistas, más interesados, más individualistas… sea por lo que, al fin, algunos se están empezando a tomar en serio el tema del «Cambio Climático».
E iba siendo hora.