Me gustaría poder decir que no puede entenderlo, que algunas cosas no puede entenderlas ni podría entenderme si se lo dijera… pero sé que no es eso.
No puedo precisar en qué momento empezaron a pasar algunas cosas, qué instante concreto fue aquel en que supe que estaba pasando algo no previsto y que no iba a ser capaz de hacer nada para evitarlo…No lo sé, igual que nunca podré poner una fecha al momento en que le ví por primera vez. Primavera, verano de 2009. Sí tengo una imagen clara, una tarde de verano volviendo seguramente de ningún sitio, seguro que un día del mes de julio de ese 2009, ó tal vez principios de septiembre. Un instante de mirar al pasar y verle mirándome y mirarle, y… no sé.
Simplemente nada. Como una foto. Un momento que tal vez no recordaría si no sintiera nada, si no lo hubiera sentido después.
Porque eso no quiso decir nada en ese momento ni quiere decirlo ahora.
No sé a partir de qué momento… pero sí sé que lleva tres años siendo parte de mi vida. Y que hace mucho, muchos meses, muchas semanas, muchas palabras desde que sé que no hay nada que me importe más que él.
Un día lo supe, como se saben las certezas que no es necesario que nadie nos explique: podría haber otras cosas y otras personas importantes, incluso igual de importantes…pero no más. Supe que no había nada más importante. Sin más.
No voy a hablar de amor, no, no con ese término tan usado, tan tópico… No estoy enamorada de él, no puedo definir así, poner al nivel de esa definición algunas cosas que sólo yo sé y que sólo yo siento… No voy a llamar amor a algo que no es eso que definen con ese nombre, también porque ya a cualquier cosa definen así… No estoy enamorada de él porque eso sería demasiado egoísta. Y porque sería mentira. A estas alturas, definirlo así sería mentira.
Le he querido demasiado para que me resulte importante tenerle que poner nombre a algunas cosas.
Sé que no me quiere. No sé en qué momento lo supe: supongo que desde siempre, también. Es otra de esas evidencias… Contra ésa sí luché y sí me rebelé. No para conseguir que me quisiera…porque sobre eso no se puede hacer nada, pero sí me rebelé contra la idea, contra creerme lo que sabía que era así, simplemente.
No me quiere y simplemente es así. No me ha querido nunca.
No pasa nada.
También sé que no me va a querer nunca. No hay futuro y, si lo hay, ya conozco lo que será. Es curioso. No podría asegurar que me doliera la primera evidencia, eso de saber que no me quería (sí, supongo que sí, claro que me tuvo que hacer daño tener tan claro que los sentimientos nunca podrían ser mutuos. A veces y aunque ni se piense en ello, es inevitable ilusionarse, fantasear…), pero la segunda sí me hizo más daño del que creía poder soportar, de nuevo, en algo así.
No me quería ni me querría nunca. Hay cosas que son así. Saberlas duele, duele muchísimo, pero ya está. Hay un límite hasta para ese tipo de dolor. Sigue ahí, pero ya está.
Me costó admitirlo. Reconocer que simplemente… Da igual. Ya da igual.
También hace mucho que decidí tirar la toalla: no luchar más contra lo que siento, pero tampoco desear nada más. No puedo cambiar la realidad. No tengo derecho a desear lo que no me corresponde tener.
Es una de esas cosas que me gustaría decir que él no podría entender…, pero que simplemente sé que es que le da igual. No necesita que yo le quiera, no lo ha necesitado nunca. No me necesita. También eso hace mucho que lo sé.
Y yo no sé dejar de quererle. A veces, quiero pensar en pasado: le quise, le he querido. Y aunque también eso es verdad…, sigue siendo parte de mi presente. Le sigo queriendo.
He aprendido a no decírselo. A reprimir cualquier detalle que se pueda interpretar como un gesto de cariño, si estamos en público. Sé que no le gustan. De mí, no.
También he aprendido a vivir sabiendo eso. Lo que no debo hacer.
Hay instantes en que aun duele. Hay momentos en que no recuerdo realmente porqué, pero siento que me duele. Certezas como saber que aunque lo necesite, nunca podré recurrir a él para que me abrace. Cosas sin las que se puede vivir, por supuesto, a las que me he acostumbrado, pero… Algunos momentos he necesitado tanto cosas así de simples…
Haber sabido, siquiera, que un día sí sería posible. Habría podido pasar esperando toda la eternidad. Quizá sigo esperando, en el fondo, aunque sepa la verdad como la sé.
Hay momentos en que pensando cosas así me he sentido terriblemente egoista. Me siento egoísta con él. Por necesitar saber como está y desear que esté bien y que sea feliz, por ejemplo. Porque que esté bien me hace sentir mejor a mí también.
A veces me he sentido muy egoísta al llamarle para saber cómo estaba… A veces he sentido que le robaba un tiempo que no me correspondía tener.
Sé que nunca estaré a la altura necesaria. También eso he tenido que asimilarlo.
Hace mucho en que siempre que le veo me mentalizo en que quizá sea la última vez. Por eso también me gusta tanto tocarle. Porque es como si quisiera a la vez estar segura de que es verdad que está ahí y a la vez aprendérmelo, descubrirlo de nuevo. Aprenderme su cuerpo. Por eso me gusta tanto abrazarle, aunque hace tanto que sé que él no me va a abrazar a mí, ni siquiera en esos momentos, y me da igual. Me tiene que dar igual.
Y por eso me gusta tanto mirarle, y mirarle mientras duerme. Y no hay una sola vez en que abrir los ojos y verle a mi lado no me haya parecido un milagro.
Y sólo sabiéndole dormido me he atrevido a decirle que le quiero. Aunque sepa desde hace tanto que no necesita que yo le quiera, que nunca lo necesitará.
No, no puedo decir eso de ‘algunas cosas no podría entenderlas’ porque sé que no es así. Claro que puede entenderlo: soy demasiado básica. No he inventado nada ni lo pretendo.
Puede entenderlo, claro que sí. Simplemente, es otra cosa.
Son todas esas cosas, éstas que ahora cuento y muchas más que igual sí debería contar…, bueno, no es contar. Sólo sería escribir. Ahora, en que tan poca gente me lee y en que este sitio vuelve a ser un ‘escribir para mí misma’.
Porque todas esas cosas son cosas mías y, por tanto y por eso, sé que a él no le interesan.
Sin más.