Asunto súperpegamento: segunda parte y conclusión.
Como decía, guardé la pulsera de turquesa envejecida a poco de comprarla. Dicen que las turquesas son piedras protectoras en viajes. Que ayudan a los enfermos a que no sufran: dicen que es la piedra que «acompaña» a quienes mueren a hacer mejor el viaje (quizá por eso los escarabajos de turquesa que se encontraban en la mano de algunos difuntos momificados, en culturas antiguas). Personalmente, es una piedra que me atrae mucho. Su color azul tan peculiar… Aunque en el caso de esta pulsera, es más verde que azul. Y creo que ahora la encontré más verde que lo que era cuando la guardé…
Llevaba tiempo pensando que algo debía hacer con ella. De pronto, pensé en «reconstruirla» también yo: como lo que de veras me gustaba de ella es la piedra y la plata antigua, quitaría el resto de la cadena y haría una con cuerdas trenzadas. El primer intento no me convenció: demasiado simple. Fue el segundo el definitivo. Éste:
Y aquí es donde empieza la historia del pegamento…
El frasquito estaba encima de la mesa desde hace días. Es de ésos que llevan un pincelito incorporado, lo que facilita el uso: no se seca el tubo por estar demasiado tiempo abierto, se dosifica mejor… De hecho, su último uso fue darme una pizca de pasadita en la uña del pulgar izquierdo. Ya sé que no es el mejor empleo: pero es que la tenía rota por un sitio… que si se me enganchaba igual me llevaba medio dedo. Entre el súperpegamento y un limado diario, voy dejando que crezca hasta llegar al corte…
Cuando terminé de trenzar, atar, poner cierre a la pulsera, se me ocurrió: ahora le doy una pasada de pegamento a los cabos y a los nudos, de ese modo evito que se deshilache ó se desate sola. Y eso hice.
Por descontado, asegurándome de cerrar perfectamente el frasquito de pegamento. Podría jurar que lo hice. Me recuerdo haciéndolo. Media vuelta de rosca…
Y me olvidé. Como siempre cuando se da por finalizado algo trivial. Esto fue el sábado por la mañana, antes de las doce…
Estaba metiendo dentro de la vivienda las plantas que pasan las noches en la terraza. Son varios paseos: dos plantas cada vez. En el último… de pronto, veo el pincel sobre la alfombra. Rápido pensamiento: «esto no puede ser verdad. Se ha volcado el pegamento sobre algún sitio. Acabo de cargarme algo».
Rápido vistazo. Sí: bote tumbado… en la alfombra. La alfombra de herencia materna, pura lana , modelo oriental, fabricada en Crevillente. Pero, como estas cosas siempre pueden ser peores… no, no en cualquier sitio. Junto a la pata de la mesa. La compacta y pesada mesita expositor de centro.
Rápida reacción: cojo el frasquito y lo tapo. Salgo corriendo hacia el baño: agarro el rollo de papel higiénico (porque recordé que llevo días sin papel de cocina. Eso que empleo para todo), corto un buen pedazo, y voy derecha a recoger el charquito de pegamento… antes que se seque y la mesa se pegue a la alfombra para el resto de sus días (no olvidemos que es el pegamento del anuncio ése donde pegan a un tipo al techo por la suela de los zapatos. Sí: ése que nos dice en letra pequeña que no lo hagamos en casa).
Pedazo de papel en mano derecha. Lo arrugo sobre el pegamento, con intención de «recoger»…
… y pego un salto (y quizá un grito) por el dolor. El mismo dolor que tocar una plancha a máxima temperatura, una sarten al fuego.
El superpegamento quema. Mucho. Supongo que como reacción química del proceso de secado.
Tiro el trozo de papel (empapado de gran parte del pegamento, espero y deseo en ese momento ) bajo el sofá. Y salgo corriendo hacia el baño…
Supongo que en estos casos me surgió una mezcla de instinto y recuerdo. El recuerdo fue el de saber que este tipo de pegamento lo «despega» de la piel el quitaesmalte de uñas. El instinto: hacerlo todo muy rápido.
Frasco de quitaesmaltes (menos mal que tenía). Algodón. Quitaesmaltes a chorro empapando el algodón que sujetan mis dedos quemados. Carrera de nuevo al comedor: algodón empapado en quitaesmalte sobre la mancha de pegamento. Deseo: que no se pegue la mesita a la alfombra…
Aunque recuerde todo el proceso como algo «paso por paso»… estoy segura de que no fueron ni cinco minutos. Incluido el volver al baño y poner los dedos bajo el grifo de agua fría (nuevamente el instinto. Dolían horriblemente). El buscar crema de manos ultrahidratante que sólo me produjo escozor, mientras volvía al grifo frío, y volvía a por el algodón que dejé en la mancha de la alfombra (no se pegase también), y rebuscaba el aftersun que llevaba más de dos años guardado, y de nuevo más agua fría (sólo me calmaba eso), y armarme de valor y no sé cómo levantar la mesa y despegarla a tirones de la alfombra antes de que fuese tarde (no sé qué pesa mi mesita. Pero es una estructura de haya maciza, con tapa de vidrio templado y llena de cosas: entre otras, mi colección de pisapapeles de cristal. Ésos que llegado el caso sirven como «peso» ó para sujetar puertas en días de viento huracanado. Además, suelo tener la superficie exterior de la mesa llena de cosas. Vamos, que no sé cuanto, pero pesa).
Ya digo que todo el proceso no debió durar más de cinco minutos. Rato que pasé corriendo por la casa descalza, con la camiseta de dormir…
La escena, sí, digna de teleserie de humor. Por lo ridícula, sin duda…
http://media.imeem.com/m/WJ21qhkIh2
Creo que acerté con lo del quitaesmalte (aunque tal vez lo hice más bien pensando en la alfombra… no sé). Y con el agua fría. Y quizá con alguna de las cremas… Cuando en la farmacia me dieron una anti-quemaduras específica, las ampollas eran visibles pero ya no dolían tanto. De hecho, sólo me apliqué esa crema a mediodía. Y por la noche más ó menos podía incluso rozar las cosas con los dedos (de hecho, terminé el post donde lo comento).
Así que, moraleja: el superpegamento es más peligroso de lo que podemos pensar. Además de pegar la piel si uno no tiene cuidado, quema si se vuelca y rozamos el «grumo» de pegamento. ¿Antídoto (sobre todo para los restos que cuando lo empleamos se nos quedan en la piel)?: quitaesmalte de uñas.
Y, por supuesto, médico y/ó farmaceútico. Que igual lo del esmalte de uñas es como lo del dentífrico para las quemaduras de aceite… poco científico.
Y… en fin, igual pedir a algún amigo que saque la cámara y filme, en casos así, convierte la escena en algo digno de premio en un «vídeos de primera». Pero a mí, como me pilló sola… lo tendré que dejar a la libre imaginación de quien lea el relato.